Algo nos sorprende, nos provoca, nos conmueve de alguna forma, puede ser un sonido una imagen, el fragmento de un dialogo, un sentimiento, un hecho histórico, la noticia en un diario, todos ellos acontecimientos de nuestra vida cotidiana. La realidad nos impresiona y nuestra imaginación hecha a andar.
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No son casualidades por algo se nos impone, no son neutras, ni huecas aunque al principio no las comprendamos. Nuestra mirada personal sobre el mundo que nos rodea nace y se nutre de nuestras múltiples experiencias de vida, y nos lleva a seleccionar fragmentos de ese mundo.
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Para desarrollar este proceso creativo contamos con herramientas, instrumentos y con procedimientos técnicos para comunicar aquello que nos importa, es el oficio que subyace en cualquier arte y que a la vez se hace ineludible su conocimiento y practica. Cómo y cuando se emplean depende de las necesidades de cada autor.
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Pero en este asunto también debemos tener en cuenta otro tema, y es la relación de la obra con el observador. Por que las obras no siempre se brindan fácilmente, hacen preguntas, lo que no les impide ser también respuestas. Ellas mismas son respuestas a preguntas.
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Cuando contemplamos una obra, lo que hay que hallar es la PREGUNTA que forma su horizonte, ¿A qué pregunta da esta imagen una respuesta?
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Pero esa respuesta que es la obra, esa respuesta material no se brinda con facilidad.
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En la obra, EL ENIGMA ESTA EN ELLA COMO RESPUESTA, y es esa respuesta la que a menudo nos interroga a nosotros observadores, que además quedamos implicados en lo que vemos queramos o no.
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Tarea de la obra: HACER VER.
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¿Pero hacen ver? ¿Qué cosa nos harían ver que no veríamos con nuestros ojos solos y que solo ella sería capaz de hacernos ver?
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Para esta pregunta no existe una única respuesta, solo podemos aventurarnos a decir que:
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